Necesito desprender de mí este recuerdo que me duele.
Encontrar debajo de mi piel a la persona que quiero ser.
Salir de la oscuridad y enfrentar los demonios que me
rodean.
Necesito exorcizar mi espíritu, alejarlo del fuego que quema
y de los demonios que asechan en las noches de soledad.
Tengo estigmas en el alma, lágrimas en mis ojos y
desilusiones en forma de flecha que atraviesan mi corazón.
Mi cabeza es un laberinto de salidas falsas y retorcidas
realidades.
Soy castigado por decir la verdad, soy condenado por decir
mentiras, al fin y al cabo no entiendo nada.
Hay salidas fáciles en la vida, pero también hay caminos
difíciles.
Hay curas para las enfermedades pero no hay antídoto para
este envenenamiento que condena mi ser.
Siento un pequeño cosquilleo en mis ojos que me nubla la
razón.
Es difícil sentirse solo en el medio de una multitud, es
complicado explicarles la razón de mi estado, es desgastante escuchar reproches
inmaduros y sin validez.
Tengo atados mis pulmones y mi corazón a un mismo suspiro.
A pesar de que los finales felices no existen en mi vida,
existe algo llamado razón y madurez, es eso que se forja con dolor, lagrimas,
esfuerzo, sacrificio y una pizca de una felicidad indecisa que va y viene con
el pasar de las estaciones.
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